Reimaginando la Humanidad

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Reimaginemos lo que significa ser humano.

Basándonos en cientos de miles de años de existencia de nuestra especie. 

Basándonos en nuestros mejores ancestros, aquellos que vivieron responsablemente con toda otra forma de vida. 

Confiamos en el espíritu, en lo no manifiesto —lo que no podemos medir pero sabemos es indispensable para la vida—.

Vivimos vinculados, respiramos vinculación. Tenemos un sentido de unidad con todo. 

Cuando no nos sentimos vinculados, es como vivir un infierno.

La maternidad, el nutrir, el dar, son esenciales para una vida buena. De ahí que las madres y quienquiera que ayude con la crianza gocen de todo nuestro respaldo.

Somos pacientes con los niños y niñas. Están aprendiendo a ser plenamente humanos. Les brindamos el nido de cuidados y de compañía que ellos y ellas esperan.

Apoyamos la satisfacción de las necesidades básicas de todos y dejamos el espacio necesario para que la belleza de cada niño o niña se despliegue. 

Alentamos y confiamos en la senda única de desarrollo de cada persona. 

Aspiramos y nos apoyamos mutuamente para alcanzar la perfección —integridad, cabalidad, madurez—.

Nutrimos nuestra humanidad básica a través de la amistad y el afecto. 

Vivimos plenamente, asumiendo las alegrías pero también los pesares de la vida, avanzando juntos, vulnerables, cuidándonos, compartiendo. 

Nacemos buenos y extendemos esa bondad a lo largo de nuestras vidas.

REIMAGINEMOS NUESTRO LUGAR EN LA TIERRA.

Estamos embriagados con el universo. Su belleza nos deja sin aliento.

Nos mantenemos plenamente despiertos ante un cosmos sensible y viviente.

Recordamos que nuestra humanidad se basa en el material del que estamos hechos, de humus, de tierra.

Amamos nuestro lugar en la Tierra, nuestro hogar común, y lo nutrimos cuidadosa y responsablemente. 

Conocemos, y sentimos, y actuamos interconectadamente, con otros seres humanos y con toda otra forma de vida.

Confiamos en el flujo de la vida y somos sus cocreadores aquí y ahora.

Vivimos perdurablemente, sosteniblemente, regenerativamente, honrando a nuestros ancestros y a las futuras generaciones.

Respetamos y honramos a la naturaleza y a sus leyes.

Sintonizamos nuestros corazones mediante ceremonias, y aprendemos a escuchar a todos los nuestros.

Evitamos deshonrar la tierra, las aguas y el aire con contaminantes.

La tierra, agua, suelo, animales y plantas son compañeros, no víctimas de nuestro control.

Honramos a todas las criaturas, que tienen sus propias vidas que vivir.  

Pedimos permiso a los animales y plantas cuyas vidas necesitamos para existir. Les damos las gracias y no malgastamos nada de lo que nos es dado.

Asumimos nuestras responsabilidades para con todas nuestras relaciones.

REIMAGINEMOS NUESTROS DESEOS. 

Moderamos nuestros deseos. 

Creamos economías pequeñas, locales y autosuficientes, destinadas a preservar el bienestar de los individuos, familias y comunidades, así como la naturaleza toda. 

Mediante la democracia consensuada, nuestra meta es el bien común o buen vivir —justicia, seguridad y bienestar para Todos—.

Nos despojamos de cualquier temor que nos constriña. En su lugar elegimos el coraje.

No albergamos ningún odio. Cuando el ego de alguien se infla mucho, lo moderamos jovial y cordialmente. 

La confianza es más fuerte que el temor. Nos deleitamos en el amor. 

Estamos flexiblemente sintonizados con otros, orientados al enriquecimiento mutuo y a interactuar alegremente.  

Miramos más allá de las aparentes diferencias culturales, hacia los valores profundos que compartimos —amor y pertenencia, familia y amistad, trabajo creativo y disfrute social—.  

Somos sinceros sobre el pasado, soñamos con honrar el futuro, pero vivimos plenamente en el presente. 

Nuestras vidas son benevolentes, llenas de gratitud y amorosa bondad, rebosantes de risa. 

Fortalecidos por la belleza de cada cual, llegamos hasta el alma de cada quien. 

Nos nutrimos mutuamente, satisfaciendo las necesidades de cada quien a la vez que satisfacemos nuestra propia necesidad de compartir.  

Nos guiamos por el sentido de un yo compartido, más que por egos separados.  

Construimos una civilización de alegría, viviendo juntos, superando las paradojas de actuar como individuos y como colectivo al mismo tiempo. 

Nuestra comprensión reside más allá de las palabras e ideas. Pensamos con el corazón. 

Nuestras identidades son globales, de unidad cósmica. 

Como los pájaros, somos uno con el aire. Como los cardúmenes, somos uno con el agua. Respiramos juntos, fluimos juntos, nos pertenecemos unos a otros. 

REIMAGINEMOS NUESTRO SENTIDO DE UNIDAD. 

En una vida plena de abundancia y unidad, la codicia no tiene sentido. 

No acaparamos, ni psicológica ni materialmente. No aceptamos desigualdades duraderas, ni jerarquías estáticas. 

No hay coacción, ni siquiera de los niños y niñas. 

No idolatramos las formas, sino que honramos el proceso. No esperamos rigidez sino flexibilidad. 

Consideramos al antropocentrismo como un pecado. El amor a la muerte es considerado un trastorno. 

Cuando alguno de nosotros se extravía otros nos ayudan, compasivamente, a reencontrar la senda del bienestar. 

La justicia es restaurativa, en lugar de punitiva.  Nos hacemos amigos de los extraviados y empoderamos a los transgresores, rodeándolos y reconectándolos a la comunidad. 

Entendemos que nosotros y el mundo no somos máquinas, de piezas separables; somos seres vivientes, sistemas dinámicos de luz y energía. 

En vez de remar contra la corriente de la vida, nos abrimos a las respuestas creativas. 

Desarrollamos mentes libres e intrépidas, a imagen y semejanza del cosmos. 

En lugar de perseguir algún premio final, después de la vida, nuestras existencias se unen al ciclo de la vida, de billones de años de duración. Fluyendo por siempre, de polvo de estrellas, a polvo terrenal, a polvo de estrellas. 

Como buenos guardianes de la Tierra, somos recordados como amados ancestros. 

Para mayor información, visite ReimaginingHumanity.org.